Entre sombras y mentiras
Entre sombras y mentiras
Por: Brenda Sunset
Capítulo 1: Bienvenido a la casa roja

Sebastian solo tuvo que mover los hilos adecuados para lograr obtener la membresía especial de la casa roja, hacía tiempo que había enterrado las viejas pasiones de la carne y aunque tras aquella puerta estaban las fantasías más oscuras lo único que le despertaba emoción semejante era verla a ella.

Solo necesitaba evocar su memoria para que la furia le cubriera el rostro de un rojo intenso la máscara disimulaba lo que sus ojos eran incapaces de ocultar, estaba seguro que quien cruzara miradas con él no tardaría en arrepentirse de aquel casual encuentro, sus manos jugaban con la copa vacía sobre la superficie de la mesa tratando de hacer más tolerable la espera.

Una joven morocha se acercó y rellenó el recipiente con Chardonay, lucía demasiado joven pero posiblemente la máscara contribuía a esa ilusión, la escasa luz no permitía apreciar con mayor nitidez sus facciones el único detalle distintivo que tenía era el colgante de cuervo y se percató que no era parte del conjunto porque el resto de las mujeres llevaban el cuello descubierto.

Las manos de las chicas empezaron a temblar y un poco del vino se derramó sobre su chaqueta, era más que probable que haya sido su mirada curiosa la que haya desencadenado tal reacción y eso solo le despertó más preguntas.

Un hombre se percató al instante del error de la joven y en cuestión de segundos se apresuró a llegar a su mesa, al igual que todos en la sala llevaba una máscara que dejaba expuesta su barbilla y en ella había una verruga hiperpigmentada, sus labios se tornaron en una incómoda sonrisa mostrando unos dientes amarillentos.

-Señor, disculpe la falta de prolijidad de la jovencita, me aseguraré que algo como esto no vuelva a repetirse, permítame su chaqueta-. La voz del caballero era tan desagradable como la manera en que se dirigía a la chica.

-Lo siento mucho, cumpliré diligentemente con el castigo que usted me imponga-. La morena le había dado una respuesta automática carente de emoción alguna que solo le generó un nudo en la garganta lo turbio que era todo en la casa roja.

Solo así recordó la clase de dinámica que había en esta sección del lugar, no era muy dado a esa clase de juegos eróticos pero debía pretender con tal de evitar levantar sospechas.

-Me basta con que la pieza quede como estaba originalmente, seré considerado al ser tu primera ofensa-. Sebastián nunca se había sentido tan miserable de tratar así a otra persona y aún más al percatarse del miedo en los ojos de aquella chica.

-Agradezco su indulgencia, seré más meticulosa la próxima vez, señor-. Sebas le respondió con un gesto de asentimiento y ambos desaparecieron con su chaqueta.

Aún faltaban unos minutos para que el show iniciara y recorrió el lugar tratando de encontrar algún rostro conocido entre los presentes, pero no obtuvo el resultado esperado y rápido comprendió porqué había sido tan complicado conseguir una membresía, nadie podía identificarlo en aquel lugar y un peligroso pensamiento alcanzó su mente "¿Qué clase de pervertidos se escondían bajo esas máscaras? ¿Qué clase de fantasías estaban buscando satisfacer en un sitio como este?", un escalofrío recorrió su cuerpo tan solo de pensar en las posibilidades.

Sus latidos incrementaron su velocidad a medida que el telón se abría dejando ver un enorme piano blanco que contrastaba con la decoración negra y roja del lugar, su flagrante figura surgió tras el instrumento, su piel trigueña brillaba al contacto con los reflectores y vio obligado a enfocar bien su mirada para distinguir bien sus facciones era imposible ignorar aquellos orbes verdes, la nariz delgada y sus mejillas suaves que parecían delineadas con pincel y sus labios carnosos que lo tentaban a recorrer cada curva con avasalladora pasión.

No habían ojos que se atraviesen darle más atención a cualquier otra cosa que no fuese a ella y fue con su melodiosa voz que terminó por robarse el aliento de los presentes, solo así recordó que Katherine era una mentira, un producto preformado hecho a medida para él, alguien que nunca existió.

Esa mujer había irrumpido en su vida y había fingido ser alguien más por una razón que desconocía por completo, había hecho lo posible por ganarse su corazón para dejarlo hecho trizas, ansiaba saber quien era ese súcubo y que la había llevado a mentirle de esa manera.

En otras circunstancias podría pensar que fue por dinero pero ella no dudó un instante antes de firmar el acuerdo prenupcial, no fue por estatus ya que habían mantenido su matrimonio fuera del ojo público y la posibilidad de que ella trabajase para la competencia era más descabellada que el resto porque el negocio familiar había triplicado su valor e influencia; mientras su mente se enfocaba en buscar una explicación la frustración iba incrementando apoderándose de cada molécula de su ser.

Cuando sus ojos esmeralda finalmente se encontraron con los suyos sintió como cada vello de su cuerpo se erizaba, no era una respuesta física mediada por la rabia, ni todo el resentimiento que sentía podía exterminar la pasión que se apoderaba de él cada vez que hacía contacto visual con ella, percibió en su rostro un leve cambio de expresión que le bastó para saber que ella fue capaz de reconocerlo incluso usando el absurdo accesorio que le cubría dos tercios de la cara.

Katherine siguió interpretando su acto y aún con la decena de bailarinas alrededor la atracción principal era ella; solo el sonido de los aplausos lo hizo percatarse de que ya había finalizado, se puso de pie con sutileza desapareciendo en la oscuridad mientras se dirigía hacia el camerino de la estrella, la recóndita ubicación del mismo había hecho que fuese inútil tener a alguien custodiando el lugar y él no pudo evitar sentirse más agradecido.

El lugar contaba con poca iluminación, siendo solo la zona dedicada al maquillaje y vestuario la que tenía las luces encendidas, optó por esperarla en aquel sillón de cuero junto al minibar y lo que pasara a partir de ahí no era parte de su plan pero esperaba contar con la suficiente objetividad como para lograr un avance.

El sonido de los detalles metálicos de su vestido avisaron de su presencia, Katherine entró y cerró con seguro, estaba seguro que ella ya se había dado cuenta de que él estaba ahí.

Katherine se colocó frente al espejo y empezó a retirarse el maquillaje, esperaba borrar de su mente aquellos ojos zafiro, de tan solo pensar en la posibilidad de que aquel hombre fuese Sebastian hacía que sus piernas temblaran, las cosas empezaban a complicarse y su presencia allí arruinaría sus planes, la probabilidad se convirtió en certeza cuando se percató de una figura moviéndose entre las sombras.

-Luces demasiado bien para estar muerta-. Sus palabras no tuvieron el impacto que esperaba, ella se detuvo a mitad del movimiento con mucha calma y se giró hacia él.

-El descanso eterno es algo rejuvenecedor deberías intentarlo-. Fue lo que alcanzó a responder ella con un tono jocoso, la vida nunca la habría preparado para encontrarse con Sebastian nuevamente, creyó haber dado cierre a esa etapa al ver el rotundo fracaso de su misión previa.

Él salió de entre las sombras como una pantera, a medida que se acercaba se hacía más evidente la diferencia de altura entre ambos y su expresión dura denotaba que aquel no era un encuentro cordial, aún así no se sintió amenazada porque lo conocía como la palma de su mano sabía que decisión tomaría en cada escenario.

Pero esto se escapaba totalmente de lo que había estudiado sobre Sebastian Pratt, si él había llegado desde Seven springs hasta Santa Helena específicamente para dar con ella había sido motivado por la ira más que por el dolor.

Estaba tan cerca que percibía el calor que emanaba de su cuerpo, ella se apoyó en el mostrador y notó como su mirada la recorría hasta detenerse en su escote.

-Veo que tratas de esconder todo lo que pueda ser distintivo de tu aspecto-. Comentó él aún con la mirada fija y Katherine supo que se refería a las pecas que tenía en todo el cuerpo y que en ese momento estaban cubiertas con maquillaje.

-Al igual que tú querido, lo último que me imaginé es que te esconderías bajo esa máscara para cumplir una fantasía sadomasoquista-. Katherine consiguió lo que quería, la ira podía ser un medio efectivo para sacar información.

No le sorprendió que él acortara aún más la distancia tan deprisa que parecía estar a punto de abalanzarse sobre su presa pero ella no era tan fácil de cazar y prefería optar por la astucia más que por la fuerza física así que dejó que se acercara tanto como él quisiera, el Sebastian que conocía jamás le tocaría un pelo pero este hombre era una versión menos predecible de su esposo.

Estaba tan cerca de ella que sentía su aliento cálido chocar contra su garganta, su mano estaba cerca del cuello, logró contener el impulso de rodearlo, "No soy un monstruo y no empezaré a hacerlo sin importar lo que hayas hecho" pensó con resignación, trató de bajar la mano pero ella lo impidió con un movimiento sorpresivo y fue la propia Katherine quien colocó su mano alrededor de su cuello.

-No sabía que te gustaba el juego rudo, querido-. Provocarlo era la única manera en la que podía hacerlo hablar, contaba con enojarlo lo suficiente como para saber qué lo había traído allí, el intenso rencor en sus ojos azules le confirmaban que no había sido por diversión, todo parecía tan calculado que era poco probable que ese encuentro haya sido casual y debía saber si su presencia podía poner en riesgo su misión.

Él se zafó de su agarre y tomó su mentón con algo de fuerza.-Lloré un ataúd vacío, sufrí la muerte de alguien que no existe-. Dijo Sebastian mientras revivía la pérdida de la mujer que tanto había amado.

No obtuvo el resultado esperado y ver el dolor que había en sus ojos le provocó algo que no sentía hace mucho tiempo, olvidaba el amargo sabor de boca que la culpa solía causarle y no pudo evitar sentirse vulnerable, en su vida no había lugar para ninguna emoción, no podía darse ese lujo mucho menos si se trataba del hijo de su peor enemiga.

Agradecía que lo único que compartía Sebastian con su madre era el apellido, era el único de los tres hermanos que no había heredado aquellos gélidos ojos negros, ni su piel blanca como porcelana, agradecía ver su cabellera ónix en lugar del tono dorado característico de Candace, era gratificante no tener un recordatorio constante de aquel horrendo ser humano, pero no era inmune a su atractivo, era difícil resistir la tentación de unir sus labios con los suyos y se cuestionó porqué aún después de tanto tiempo seguía siendo débil ante él.

-Si te pidiera disculpas por lo que hice sería deshonesto de mi parte, los motivos que me llevaron a acercarme a ti podrían hacerte mucho más daño que mi muerte-. Katherine debía evitar que él se acercara demasiado, era un terreno peligroso incluso para él, no se encontraba a salvo ni en su propia familia.

-¿Crees que algo podría herirme más que descubrir que todo esto fue una farsa?-. Sebastian había pensado en voz alta y cuando se percató de la rebeldía de su lengua ya era demasiado tarde para detenerla, fueron vanos sus intentos de no mostrar cuanto lo afectaba.

Había acortado la distancia lo suficiente como para sentir el calor de su boca, si acaba con los milímetros de distancia podría saborear la dulzura de sus labios, pero eso significaba a la vez que se rendiría ante ella y Katherine lo tendría en sus manos nuevamente.

-No lo entenderías, hice esto por algo más grande que tú y yo, es lo único que puedo decirte, no sé si este encuentro haya sido una casualidad pero no podemos volver a vernos, Sebastian-. Katherine hizo un esfuerzo adicional por no fijar su mirada en sus labios porque tan pronto como hiciese eso no podría frenar la tentación.

-No tan rápido querida, nada de esto fue accidental y esta no será la última vez que nos encontraremos, pronto desearás conocer verdaderamente el descanso eterno-. Sus palabras fueron pronunciadas con tanta frialdad que la hicieron estremecer.

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