Capítulo veintiséis

Bartolomé tenía una cara de pocos amigos. Fue hacia la puerta, la cerró con mucha fuerza demostrando su enojo, y volvió a la silla que estaba frente a la cama de Rodríguez.

La mirada entre ambos marcaba la tensión existente. A Rodríguez lo habían baleado por culpa de Bartolomé y este último lo sabía muy bien.

-¿Qué diablos quiere, Sr. Craviotto? –preguntó Rodríguez queriendo empezar la conversación.

-Su ayuda.

Bartolomé reía en sarcasmo.

-¿Usted quiere mi ayuda me está diciendo? Debe estar jodiéndome.

-No lo estoy jodiendo, Sr. Rodríguez, necesito su ayuda.

Rodríguez golpeó la cama con todas sus fuerzas.

-¡Pues olvídese! –Gritó- no se la voy a dar. Y en cuanto siga mucho tiempo más acá, lo van a sacar por la fuerza. ¿O qué se cree? ¿qué podía venir a mi casa y hacer de cuenta que está en la suya sin tener consecuencias? ¡Soy un agente del gobierno nacional! ¡Tengo mi propia seguridad!

Bartolomé apretó sus puños demostrando una vez más su enojo. Entendía el resentimiento de Rodríguez p
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