Gracias por permitirme la entrada en la compañía. —Agradeció Carlota a su hermana, había asistido a la compañía para conversar con ella de manera pacífica y sin crear escándalo.
—¿Qué es lo que quieres?. Dudo que vinieras aquí para tener una conservación como dos hermanas que se adoran y solo platicaran de cosas tontas. —Entrelazó sus dedos y se recostó con más comodidad del espaldar de su silla sin apartar su mirada de la de Carlota.
—No, la verdad no he venido a eso. La hipocresía preferí dejarla atrás el día en que te traicioné.
—Esto de admitir tus errores si se está volviendo algo práctico y cotidiano para ti, pero para mí, es… otra parte de tus mentiras más. No eres mujer de arrepentirte o de simplemente admitirlo. Eso sería perder y tú, no estás acostumbrada a perder.
—Las personas cambian, yo estoy cambiando.
—¿Cambiando, Carlota?, no puedes cambiar tu naturaleza.
—Tú cambiaste, y lo hiciste para mal, yo puedo hacerlo para bien. —se removió Sally, en su asiento porque