Flor Pérez (9 años atrás)
Tan pronto el auto cruza la enorme puerta de metal que rodea la mansión de los Walker, la mansión que desde hoy será mi nuevo hogar. Siento una gran opresión en el pecho, es como si algo me dijera que no todo va a estar bien.
¿Cómo podría estar bien? Sí, desde la boda, desde la luna de miel, nada ha estado bien. Mi marido viene a mi lado, él conduce el elegante auto en el que vamos, yo traigo las manos mojadas de tantos nervios, mi panza trae un hueco enorme que no sé cómo llenar.
Aquellos ojos azules que me enamoraron, hoy día prefiero que no me miren, me da vergüenza que me vea, me da pena recordar lo que pasó en aquella noche.
- ¿Flor? ¿Qué no piensas bajar? -dice mi marido con cara de exasperación.
Aquí es cuando me doy cuenta de que hemos llegado, debo subir algunos escalones antes de la entrada principal, mis piernas las siento desguanzadas, veo cómo un elegante hombre me sonríe, inclina su cabeza al verme, baja las escaleras y va por el equipaje.
¡Dios