1. LA INVITACIÓN

Días antes – Día del matrimonio de Amelie

Noah

¿Frustración, dolor o arrepentimiento?

Estoy en un estado donde desconozco el sentimiento que me embarga. Donde no tengo una explicación lógica de las cosas que atormentan mi cabeza y simplemente me quitan el aliento día a día. Cosas que me roban las ganas de poner un pie fuera de la cama o dentro de ella.

No recuerdo cuándo fue la última vez que dormí una noche completa o cuando me levanté sin el dolor extendiéndose en todo mi cuerpo, o que mi estómago me diera algo de tregua al ardor lacerante. Si lo pienso, no tengo respuestas claras a ello, aunque para ser sincero tampoco me interesa saberlo. Desconozco lo que fue mi vida antes de todo esto porque no sé cuándo toda ella, mi miserable vida, empezó a girar en torno a una sola persona que hoy veo radiante, entregándose a otro.

¿Aposté y perdí? No, por supuesto que no. Las personas como yo no apostamos; lo damos todo, lo calculamos todo, lo planeamos todo... El resultado no fue el esperado, en definitiva, ya que, como en todo cálculo de probabilidades, siempre iba a estar presente el margen de error y ella así lo decidió, por ese porcentaje de algo que no me era favorable, por ese… amor… y por el sentimiento que sé que existe dentro de mí hacia ella que es tan genuino como todo lo que está pasando en este momento, debo dejarlo estar.

Mientras ellos unen sus manos y veo sus ojos brillar de una emoción casi indescriptible, recuerdo que le dije que me iba, mirando horizonte de Berna en medio de los Alpes Suizos, entre cálido y frío. El inicio del verano que se mezcla con el paisaje es tan contradictorio como cautivador.

No sé qué esperaba, fue mi última patada de ahogado, en mi interior deseaba que en medio de su llanto con su cara de sorpresa imposible de ocultar, mientras le decía que renuncié a la clínica y entregué la dirección del IBM Research, sus ruegos porque me quedarse convirtieran en unos que me pidieran que huyéramos juntos, que ya no se casaría, no con él.

Tomo aire en mis pulmones buscando regresar a mi estado donde demostrar sentimientos es irrelevante cuando sus votos son recitados en medio de las lágrimas conmovidas de los asistentes ¿para qué? si al final el resultado siempre será el mismo y muchas cosas no tienen sentido en este punto. Dentro de mí nace una sonrisa triste… pensar que ella tuvo la oportunidad de ser feliz ¿en qué? ¿cuatro meses desde que anunciaron lo del contrato? Y yo, que estuve a su lado 20 años, nunca fui capaz de impulsarle a dejar todo por mí. Pero él sí. Él, mi hermano, no era y nunca seré yo.

–Ya tienes tu vida, Rose y esa vida tuya me lastima, pensé que podría con ello, pero no –me digo en un susurro cuando responde con sus ojos embebidos en llanto el “sí” esperado acompañado por la declaración del ministro de su unión.

Sé que el corazón es un simple músculo y el amor un engaño de la dopamina. Aun así, ese maldito músculo y la falta de dopamina que abandonó mi cuerpo cuando ella eligió a mi hermano me hacen sentir un enorme vacío. Dicen los escritores de m****a que así son los amores platónicos, amar a la distancia, amar en silencio… me pregunto qué persona realmente cuerda consideraría ese tipo de tortura por voluntad propia.

Cuando anuncian que felicitemos al señor y la señora Meier, los aplausos no se hacen esperar mientras la feliz pareja camina por la calle de honor en medio de vítores, pétalos de flores y arroz.

Ella se acerca emocionada a nosotros, su familia, mi abuelo y mi madre los besan y felicitan, Henry les da sus mejores deseos, pero yo…

Tomo su rostro con mis manos y limpio sus lágrimas que esta vez son de felicidad, una que intenta contagiarme y a la que respondo con una sonrisa que no llega hasta mis ojos. Amelie como siempre tiene el poder de doblegarme, de romperme, de desbalancear hasta lo que incluso pensé que no tendría reversa. Mi pulso tiembla porque me voy a ir, pero en estos momentos realmente lo estoy dudando.

–¿Vas a dejar de ser mi Jack? –me regresa la pregunta que sabe es un golpe bajo a mi sistema.

–Mi vida es tuya Rose, siempre seré tu Jack.

Esa es una promesa que no voy a olvidar nunca.

Fin de la “celebración”. Los “novios” se han ido y han de estar disfrutando de sus mieles mientras yo, junto con unos desconocidos, acabamos con las reservas de whisky del lugar.

Dicen que esto del desamor te hace pensar en ti, en cómo estás manejando tu vida y tus prioridades, adivinen, no tengo ninguna… Sólo el enorme deseo de desaparecer entre los Alpes Suizos, que me abrace su frío interminable y cerrar mis ojos, al igual que Jack en medio del océano, entregado a la nada.

(…)

Ragnar se acerca y me entrega una tarjeta negra con el nombre de: Rabbit Hole de un lado y del otro está escrito: Cheshire Moon.

–¿Acaso es tu nombre secreto para que Max no sepa que estás con otros? –Le pregunto extrañado a la mujer que se acerca a mí con su imponente aura

–No necesito un nombre secreto para estar con otras personas, él sabe bien cómo soy e incluso me ha visto con otros hombres y mujeres –Responde como si nada. No creí que Max supiera de sus andanzas, esas que he visto yo mismo.

–Supongo que si de nada sirve tener dos caras, mucho menos dos nombres –le digo tomando de mi trago recordando mi realidad.

–Al final las personas que te aman Noah, aceptan tu luz y tu oscuridad, en eso consiste el amor ¿O no?

Su semblante brilla como si recordara algo o alguien especial, hasta me recuerda un poco a cuando la veo con Oz, detalles que no he visto en la misma medida con Max hasta ahora, igual no le doy vueltas al asunto y me enfoco en la tarjeta.

–¿Y de qué se trata esto?

Un pequeño cambio de planes me impide acompañarte a Ámsterdam, pero esa tarjeta es importante que la conserves, en caso de perderla deberás comunicarle de inmediato a Oz o me llamas en el acto, posee un código único al igual que esto Saca de su bolso una pequeña caja negra, al abrirla encuentro un juego de llaves y una esclava en acero. Por nada del mundo vayas a quitártela, es importante que siempre la tengas contigo –Dice en lo que coloca la esclava en mi muñeca–. Las llaves son de tu nueva casa, también me tomé la molestia de prepararte un obsequio de bienvenida, así que espero sea de tu agrado –Suelta una sonrisa mordaz que genera un escalofrío en mi cuerpo muy excitante.

–Todavía no me dices la función de la tarjeta.

–Es de un lugar muy especial al que irás con Oz, si deseas solicitar un servicio, deberás entregarla y esa persona se encargará de ti personalmente, solo te advierto Noah que ella tiene garras filosas y un látigo que sabe usar perfectamente, yo misma la escogí, así que te doy garantía de ello.

Esas fueron las palabras de ella, al momento de invitarme a este lugar, solo han pasado unas horas mientras terminamos las honras fúnebres de mi abuelo; mi cuerpo está agotado y mi cerebro pide apagarse, pero algo dentro mío no me lo permite. Miro y detallo la tarjeta en mis manos constantemente, el color negro contrastante con el ambarino de las letras me produce una curiosidad extraña.

–La Madriguera del conejo… –susurro para mí.

Recuerdo la referencia del libro de Lewis Carroll cuando Alicia y su gata Diana persiguen al Conejo Blanco hasta ella. Alicia cae por el agujero, mientras Diana se despide de ella asustada ¿Será una metáfora a estos sucesos imprevistos que, sin darme cuenta, acaparan mi atención y acabaron haciéndome caer en la falta de concentración? La boda de Amelie, mi renuncia a mi trabajo, la muerte de mi abuelo Finn…

–Date la oportunidad... de amar, Noah, sé feliz... sé que serás feliz...

Fueron sus últimas palabras… ¿Acaso eso será posible para alguien como yo en este mundo?

(…)

Ámsterdam – 10:00 a.m.

He pasado 7 horas y 45 minutos en un vagón de tren, desde el momento en que me despedí de mi familia, el sol que no había visto desde hace varios días me encandila. Quizá me gusta demasiado el dolor porque un trayecto que en el avión privado de mi familia sería no más de dos horas, decidí recorrer cada centímetro por tierra. Necesitaba el verano y su furia, su calor…

Abro el mensaje donde están las indicaciones del lugar al cuál debo dirigirme, allí Oz me espera en la que será mi nueva casa.

—Bienvenido querido amigo —me saluda Oz con su característica sonrisa diabólica. —Lamento mucho lo de mi querido amigo Finn.

—Lo sé, aunque nunca vi tus flores… –respondo visiblemente cansado.

—No estoy de acuerdo con desperdiciar la belleza de algo en alguien que ya no la pueda disfrutar, además, a tu abuelo eso es lo que menos le hubiese importado.

Suspiro con pesadez deshaciéndome de mi corto equipaje, no pareciese que estoy despidiéndome de toda una vida, quito mis lentes y no puedo evitar sobar mis ojos, con un gesto de desesperanza en mi rostro.

—Bienvenido a tu nuevo comienzo —recalca Oz posando su mano en mi hombro y de verdad, eso es lo único de lo que no tengo certeza en estos momentos, de que todo sea un nuevo comienzo.

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