Capítulo 32. Culpa y consuelo

Capítulo 32. Culpa y consuelo

—Ya está, pequeña… ya ha pasado todo —dice Lucien, acariciando mi cabello con una ternura que desconozco.

Creo que es la primera vez desde que lo conozco que muestra esta faceta. Su voz suena diferente, más baja, más humana. No sé si me calma o me confunde.

Volvemos a casa y ni siquiera en el coche me separo de él. Sigo abrazada a su cuerpo, sentada sobre su regazo, como si soltarlo significara caer en el vacío. No hablo. No pienso. Solo respiro despacio, intentando que el temblor de mis manos no se note tanto.

Él no dice nada. Solo me sostiene fuerte, una mano en mi espalda, la otra sobre mi cintura, como si tuviera miedo de que desapareciera.

Cuando llegamos, me lleva directamente al dormitorio. No me deja caminar sola. Me sostiene hasta el final, hasta que me deposita con cuidado sobre la cama, como si tuviera miedo de hacerme daño.

—Volveré en un momento —dice, dejando un beso en mi frente.

Su voz es tan suave, tan diferente, que no reconozco
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