—¿De qué carajos hablas Mónica? ¿Es en serio? —Dijo serio.
Recordé todo, estaba tan molesta con él y conmigo misma. Me levanté y me puse la bata que tenía a la orilla de la cama.
—¿Ahora no piensas hablarme? —Dijo furioso.
Lo ignoré y caminé hasta el baño, me vi en el espejo y estaba todo mi maquillaje aún en el rostro, corrido y desastroso. Respiré y comencé a lavarme la cara.
—¡Mónica! ¿Estás consciente de lo que me acusas? —Dijo molesto y entrando al baño.
Volteé a verlo, me recosté un poco del lavamanos, aún me sentía mareada.
—No dije que me obligaste, dije que trabajaste la situación y sabes que es cierto.
—Te deseaba y tú a mí, no entiendo el problema.
—Que yo no quería.
—Tu cuerpo dijo otra cosa. —Caminó hacia a mí, pero levanté la mano poniendo distancia entre los dos.
—Te dije que no quería y me trabajaste para que aceptara y en ese estado de ebriedad.
—Somos esposo, Mónica, tú también querías, no es como si te hubiera violado o fueras una desconocida. —Resopló.