16 Sentencia.

Estaba sentado, con los codos sobre su escritorio y los dedos entrelazados para que su barbilla reposara. Sus ojos fijos en la figura incómoda de Eryn.

—¿Y bien, qué necesitas que haga por ti? —preguntó un poco hastiado el castaño.

Cuando Evdenor le ordenó que luego fuera a sus cámaras, esperaba que este le pidiera cambiarlo, acomodar algunas cosas o realizar otra tarea cotidiana. Sin embargo, no esperaba que Evdenor se quedara callado mirándolo como si tratara de leer su mente.

—¿Qué fue lo que pasó? —habló finalmente con un tono de voz bajo y calmado.

Eryn frunció el ceño, confundido, hasta que el rubio resopló y, con un gesto, indicó el brazo del menor, que aún tenía rasguños por la caída.

—Oh, eso... —Eryn bajó la mirada tratando de explicar lo que había pasado.

Obviamente debía omitir la parte de la discusión con Fae y el hecho de que la conocía, pues sería como confesar que era lo que Haro más odiaba. Apretó los labios, nervioso, perdido en su propia laguna mental de cómo debía
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