La puerta se abrió por completo. Logramos observar a la perfección de quién se trataba. Quise que me tragara la tierra, o mejor dicho, quise que se lo tragara a él.
—¡Enano!—grité muy enojada y me cubrí el sostén con las manos—¡Te he dicho mil veces que no entres a mi habitación sin llamar!
—¡Ay! lo siento, no sabía que estabas en pleno acto sexual. ¡Hey!—esa interjección la utilizó dirigiéndose a Lucas—¿Cómo te ha funcionado mi hermana en la cama?
—¡Joseph!—Exclamé en voz alta.
—Tranquila, nada más vine a traerte tus bragas que por lo que veo, te hacen falta. Eres un desastre, las dejaste tiradas en la sala—las dejó caer al suelo.
Me levanté rápidamente y me cubrí el cuerpo con una sábana. Lucas tenía una sonrisa perfecta en el rostro, como si la situación fuera divertida.
—¿Y mis padres, dónde están?—Inquirí con notoria preocupación.
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