Leonardo regresó a la cocina algunos minutos después. Se había cambiado de ropa y estaba listo para probar el delicioso platillo que Natalia había preparado.
En cuanto entró, Natalia comenzó a alejarse para dejarlo solo.
—¿A dónde vas?
—A mi habitación, a no ser que me necesite para algo más.
—Come conmigo.
—Si no te molesta, esperaré a que termines para cenar.
—No me gusta comer solo. —Otra mentira. Ya estaba acostumbrado a no contar con la compañía de nadie durante las comidas, en especial durante la cena—. Además la comida se enfriara y tendrás que volverla a calentar. No creo que eso sea bueno para tu salud.
—Tienes buenos argumentos —musitó Natalia.
Ella se acercó a la estufa y se sirvió comida, luego se sentó frente a él en la isla