Ella se encontraba tan enojada que sus pómulos se miraban un tanto más rojos que de costumbre y había cierta chispa en su mirada.
—¿Sabes? No lo había pensado, pero en definitiva es una idea genial — alcé mis pulgares — felicidades, princesa del Zoco, al parecer tienes la cabeza para algo más que para cargar esas feas greñas.
— ¡Te detesto! Eres un barro en el…
— ¿En el? — puse mi mano detrás de mi oreja — ¿Por qué la princesita del Zoco se ha quedado a medias? Vamos, dilo. ¡Eres un barro en el culo!
— Ya tú lo dijiste, no veo la necesidad de estarlo repitiendo — miré que ella tomó una bolsa — por cierto, ten esto.
Ella arrojó la bolsa y al sacar la prenda que estaba dentro, miré mi chaqueta de cuero. La misma que le había dado para que se cubriera, al parecer la había mandado a lavar, ya que se veía limpia.
— Esa chaqueta estaba inmunda, no puedo creer lo descuidado que eres con tus cosas. No es nada complicado de hacer, en especial si…
— Gracias — le dije de forma sincera e interrum