La noche más extraña (y fantástica)

—Quiero que me digas la verdad, Franco —dijo Valeria cuando se sentó en la silla frente al escritorio de su, todavía, prometido—. Dependiendo de lo que me digas ahora, nuestra relación seguirá su marcha o no.

Franco miró a Valeria a los ojos y notó el fulgor de que no mentía y estaba dispuesta, sobre Cielo y Tierra, a cumplir la condición que le estaba imponiendo.

—No tengo problema con eso, Vale —contestó Franco, también con un brillo en los ojos que aceleró el pulso de su, todavía, prometida.

Antes de hablar, Valeria tomó aire, una larga y gran bocanada. Ya había dicho a Franco dónde había estado la noche anterior y la causa de que hubiera ido a visitar a su, todavía,

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