—Nos hemos quedado sin fórmula y ahora Nikolai debe de pensar que somos unos traicioneros. Salí huyendo en cuanto los panzers llegaron —digo avergonzada de mi misma.
—¿No mataron a Nikolai? —Yakov levanta su mirada hacia mí sin dejar de fruncir el ceño.
—No… Si eso fuera, ya nos hubieran avisado —respondo abrazándome a mí misma.
La puerta se vuelve a abrir, esta vez es Oleg acompañado de su maldito amiguito. Un hombre arrogante y pretencioso, se cree que nadie lo merece. Tiene los cabellos negros y una mirada castaña profunda enmarcada por cejas gruesas; se pavonea dentro del lugar, viendo todo y de seguro criticándolo.
—¿Qué ocurre? Parece que vieron un fantasma —dice Oleg acercándose al pequeño mini-bar que tiene mi padre dentro de su despacho y sirviéndose un trago.
—Todo sali&oacut