Capítulo 27; La hora de morir.
El ruso rodeó su cintura y salieron del lugar, al abrir la puerta de la habitación, se encontraron con varios de los hombres allí esperando.
-Nos vamos al hotel- con sólo decir aquella frase, los hombres asintieron y se distribuyeron para rodearles. Le recordó a Di Luca, con sus guardaespaldas, así que supuso que aquel hombre sería igual de importante.
Salieron en silencio sin mirar o despedirse de absolutamente nadie, en cuanto estuvieron fuera del Piacere, se encontró con cuatro camionetas negras estacionadas. Miranda, se sintió incómoda, había tenido clientes importantes; Músicos, artistas, empresarios, y hasta un aspirante a presidente, y ninguno tenía tanta seguridad como aquel.
¿Quién era realmente?
Las camionetas empezaron a deslizarse por las silenciosas y nocturnas calles, mientras la mano del ruso, acariciaba su pierna, por encima de la tela del vestido.
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Lara, caminaba junto a Giovanni, quién mantenía una de sus manos en la parte baja de su espal