Capitulo 6. Primer beso griego

—¿Es hermoso no es así?

—Lo es, perfecto.

—Sabía que te gustaría.

—¿Por qué me has seguido?

—Te vi por el pueblo y decidí seguirte porque la verdad es que quiero conocerte.

—No soy buena como amiga, créeme.

—Me sacrificare.

—Lamento si he sido antipática, pero la verdad no estoy interesada yo…

—¿Quién te lastimo tanto?

Ella lo miro a los ojos, y los suyos propios comenzaron a nublarse, quería contener las ganas de llorar y no recordar nada, y menos en esos bellos momentos.

—Déjame sola, puedo bajar por mi cuenta.

—¡No quiero!

Le dijo acercándose más a ella, vio como unas lágrimas gruesas caían por sus mejillas poniendo su nariz sumamente roja. Ella miraba la impresiónate vista del mar y el sol ponerse, el contraste entre la luz del sol y el mar era exquisita como si te transportara a otra época. El color naranja y rojizo eran impresionantemente perfectos, su dolor se iba mitigando mientras admiraba el paisaje.

Ella estaba tan distraída  que se aproximó a ella, la tomo por la mejilla húmeda con las palmas de la mano abiertas, acerco sus labios a los suyos plasmando un beso suave. El contacto más tierno que haya sentido en su vida, tan puro e inocente pero en el fondo escondía muchos secretos maravillosos. Fue muy rápido, pero lento el procesos solo el roce de sus labios. Él se retiró poco a poco mientras la miraba fijamente a los ojos, ella al contrario lo miro con los ojos muy abiertos, claramente estaba sorprendida, pero no sintió molestia por ello. Aunque si le cacheteaba se lo tenía bien merecido

—Porque... Por… Ella se tocó los labios con las yemas de los dedos, mientras miraba hacia el piso. – ¿Por qué lo has hecho?

—Discúlpame yo… Es que tu… La verdad eres muy hermosa y me gustas mucho.

—Ni me conoces de nada. Se humedeció los labios con la lengua, hasta que volvió a verle la cara. –No quiero que me vuelvas a seguir nunca más.

El volvió a ver la misma mirada de la playa “miedo” no la culpaba era la segunda vez que lo veía y él ya la había besado, fue imprudente sí, pero no pudo evitarlo ella era muy bella y dulce era algo que no podía evitar. Pero no le gustaba para nada que le temiera, jamás la lastimaría. Ella comenzó a retroceder alejándose todo lo posible de él. 

—No espera… No quiero lastimarte, quiero conocerte.

—Aléjate de mí.

—Te invito a cenar esta noche, vamos solo será una cena amistosa.

—¿Estás loco? O es que no oyes lo que te digo.

Ella camino hacia el coche intento bajar la bicicleta y cuando al fin lo logro él se acercó a ella tomándola de la muñeca.

—Es tarde, no es recomendable que bajes en bici. Yo te llevare.

—No te pedí que me subieras en primer lugar, así que yo me las arreglo para bajar.

—¿Por qué me temes?

—Y todavía me lo preguntas.

Intento montarse en el pequeño vehículo de dos ruedas pero este se lo impidió.

—De verdad lamento haberte besado sin tu permiso, me gustaría volver a empezar contigo ¿sí?

—¡No! Yo no quiero esto de nuevo, no quiero volver a pasar por mas olor estoy harta de todo esto.

Se zafó de su agarre y se montó en la bici, alejándose con lágrimas nublándole el pesado camino. Su visión se tornaba borrosa mientras descendía. Rogaba porque él no la siguiera en su coche, sería muy fácil para el alcanzarla, pero dijera lo que dijera no volvería a subirse a su coche. Había pasado de la línea, la beso sin su permiso y ella no quería eso, no quería liarse con nadie más. Le tenía pavor a volver a sentir algo por alguien más y este  hombre insistía en querer arrastrarla en una locura. El frio de la brisa le secaba los ojos, mientras avanzaba más rápido en la bici. Quería llegar a casa y meterse en la cama para dormir por unos tres días.

Había sido un terrible error haberla besado, pero no podía culparlo de sentir semejantes ganas de probar esos labios carnosos. Estaba tan vulnerable y triste en ese momento que l no pensó en otra cosa, se aprovechó de ella, era un patán. Golpeo la baranda del mirador por mera frustración, la había cagado ¡mierda! Pensó. No quería seguirla, y se arrepintió de no haberlo hecho pero debía darle su espacio. La isla era muy pequeña en algún lugar se la volvería a encontrar y haría las cosas bien esa vez.

Por otro lado, al final Andrómeda decidió arreglarse y salir esa noche ¿Por qué no? A eso había ido a Grecia ¿no? Porque a quedarse encerrada en casa todos los días no era lo ideal. La noche era muy fresca, así que uso un vestido de una tela como la seda color beis, resaltaba sus curvas y pechos, con unos finos tirantes. Se calzo sus sandalias romanas, el cabello en una gran cola alta un poco de perfume su bolso y ya estaba. Caminar le vendría bien.

La calle estaba muy movida, muchos jóvenes y parejas por todos lados. Era muy agradable y la instaba a pasarlo bien, recordó que por el camino había visto algunos locales de bebidas, así que se dirigió hasta allá para elegir el mejor lugar para cenar y pasar el rato. Y así fue, lo encontró el sitio perfecto, tomo asiento en una mesa alejada de todos, pero lo que vio no le gusto para nada “Antoni” estaba por todos lados, pero eso no era todo, no estaba solo sino más bien con una morena de cabello muy oscuro y de interminables curvas, estaba sentada casi en su regazo en plana calle manoseándolo al griego como una lanzada.

Y por supuesto, él no le era indiferente, su sonrisa le indicaba que tenía buen trato con ella, más del que parecían hacer ver a los demás. La morena era muy osada, dedicándole miradas atrevidas y caricias furtivas como las de un amante. A ella debía de valerle lo que estaba viendo, pero la verdad es que sentía un poco de coraje y no entendía porque. Lo más gracioso de todo era que ese mismo día el, la había besado pidiéndole conocerla mejor y ahora estaba con una fulana casi encima de él. Es que todos los hombres eran iguales, sino conseguían algo de una, ya se iban a buscar en otro lado.

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