Capítulo 83. El juego ha comenzado.
Aurora extendió otro documento hacia Maxwell con un gesto decidido, y con ojos brillantes de satisfacción.
—Ella lo hizo todo por dinero, y como verás, la competencia le pagó muy bien. Deberías enviarla a prisión. Yo tenía toda la razón cuando te dije que ella tenía mucho que ver con el incendio— le decía Aurora, mientras Maxwell leía el informe con el ceño fruncido y las manos temblorosas por la ira.
Maxwell, con la mandíbula apretada, se acercó al intercomunicador en el borde de la amplia mesa de caoba y lo pulsó.
—Que venga Valentina— le ordenó al mayordomo.
Aurora, al presenciar la acción, cruzó los brazos y observó con incredulidad, frustración y desdén.
—¿Pero aún desconfías de mi palabra, Maxwell?— le reclamó con ojos muy abiertos, con cejas arqueadas en una expresión de ofensa fingida.
—Te estoy mostrando pruebas suficientes y prefieres llamar a esa mujer— parloteaba, simulando indignación.
Maxwell, sumido en su enojo, con sus nudillos blancos, apretaba los documentos entre