El rey hizo su entrada con una presencia imponente. Se aproximó a Valentina y, con un gesto refinado, le tomó las manos para saludarla.
—Es un placer conocerte, Valentina —expresó, con una sonrisa que no llegaba a sus ojos.
Acto seguido, le extendió su brazo, y ella, incierta de cómo proceder, lo aceptó.
—Tu padre jamás osó desafiar mi autoridad —le reprochó el rey a Maxwell en un murmullo, al tomar asiento en el área VIP designada para él.
A su alrededor, la curiosidad se pintaba en los rostros de los presentes, que no alcanzaban a comprender la situación.
—Lo lamento, s