Capítulo 12: ¡Insensata!

Maxwell y Valentina se miraron fijamente; ninguno quería ceder.

—No me hagas perder el tiempo —le sentenció Maxwell con voz controlada, y con sus facciones endurecidas como si estuvieran esculpidas en mármol.

Valentina entrecerró los ojos sutilmente mientras observaba las manos del duque, anchas, largas y que emanaban fuerza.

—Va a ser doloroso. —Fue su advertencia antes de acariciarle suavemente la palma de la mano con el pulgar envuelto en un pañuelo de seda con bordes dorados y el nombre de Maxwell bordado elegantemente.

—Eres demasiado imprudente.

Al escuchar sus susurros seductores, Maxwell alzó la cabeza.

Valentina mantuvo la compostura mientras inspeccionaba su otra mano, intentando ocultar su acelerado pulso.

Por supuesto, era algo que esperaba: la innegable e inoportuna reacción que amenazaba con dominarla cada vez que lo veía, al lado de aquel hombre se sentía diminuta. Su pulgar era apenas más grande que el dedo meñique de él, donde lucía el sello de oro de su título
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