—Manuela abre la maldita puerta —grité por décima vez encolerizado.
—Vete —La escuche decir. Intuí que estaba detrás de la puerta y la golpeé.
—Manuela, esto no es justo.
No lo es. No puedo creer como mis amigos me han ocultado esto todo este tiempo. Merecía saberlo.
—¡MANUELA!
Escuche su llanto y entonces baje la voz. Una señora salió del apartamento del frente y me amenazó con llamar a la policía si seguía con el escándalo. Era media noche, tenía razón, pero aun si no podía irme tan tranquilo. Fueron tres añ