—Danny aquí todas son iguales. ¿Cómo pretendes que me acuerde de su rostro? —respondí girando la silla de mi escritorio. Ya han pasado cuatro años desde que llegue a Pekín y tener a Danny aquí me hace querer llorar de felicidad.
—Que excusa tan barata. Tienes que acordarte. Esa tipa nos robó todo anoche, hasta nuestra inocencia.
Reí y le lancé un separador de libros que estaba sobre mi mesa. Anoche quisimos despedirnos de este lugar y fuimos a un lugar de diversiones para emborracharnos y entonces dos asiáticas nos acompañaron y no sé cómo ni cuándo, nos robaron nuestras pertenencias.
—Sé que me extrañaste —dijo devolvi&eacu