Leonardo abrió los ojos y lo primero que vio fue a un niño inquieto que sentado en su hombro le tiraba del cabello para luego soltar risotadas que lo hicieron arrugar la cara.
Sintió como el pequeño Anthony lo tomó del mentón y a modo de juego se pegó en ese lugar.
__ ¿Acaso tienes un despertador que te haga estar así antes que yo? - lo elevó para ponerlo lo suficientemente alto, evitando de ese modo que siguiera tomando su pelo como si no sintiera dolor. - ¿Quieres volar?
__ ¡Si! - gritó el niño sin ningún temor, contrario a lo que su padre pensó. - ¡Vuela!
Sacudió los brazos en el aire y su padre terminó negado al ver que era muy valiente y atrevido para asustarlo con algo que solo lo divertía.
__ Se supone que debes decir no. - le hizo ver.
__ ¡No! - gritó riendo con la misma intensidad.
__ No hay remedio contigo. - negó y lo devolvió a al cama para revolver el cabello, recibiendo la misma atención segundos después.
Su hijo copió cada gesto y entonces, a Leonardo no le quedó