Marie Johnson
Cuando rompemos el beso, la cara de Adrián es un completo poema. Los segundos pasan lentos. Traga saliva antes de hablar. En sus ojos hay odio, rencor, desilusión e indignación.
Nos mira con rabia y asco a los dos. Aprieta los puños y sus músculos están tensos. Sonríe antes de hablar.
—Pues lárgate con él, como la zorra que eres —dice y Carlos va aventarse sobre él, pero lo detengo. Me acerco a Adrián y le pego con todas mis fuerzas. Su cara se va a un lado y él la regresa con rabia. Le he dejado la mano marcada en su bello rostro y no me arrepiento. Me doy media vuelta y salgo de la oficina, con la cabeza en alto y el dolor por lo bajo. Sé que al lado de Carlos me irá mejor.
Voy hasta el pequeño cubículo en donde trabajo y me pongo a digitar algo para la recepcionista. Los ojos me pican y no puedo contener las lágrimas.
—No