Dos días tenía Alejandro sin llegar a casa, dos días en los que no le respondía los mensajes a Dannia, dos días en los que le atendía ni las llamada y dos días en los que ella no podía dormir pensando en él, y en lo cruel que había sido.
Se trataba así misma de consolar diciendo: —Él no me interesa, que haga lo que quiera.
Sin embargo, la verdad era que se sentía extraña al no verlo por la casa y sí, se arrepentía de ser una tremenda idiota con él, al final posiblemente no era gran cosa lo que los demás le habían hecho o tal vez sí, pero no al extremo de querer ver a todos muertos.
Era tan contradictorio lo que sentía, no quería pensar en qué momento fue en que se convirtió en esto, esta no era ella y lo sabía, era consciente que se había vuelto una desconocida, aunque también reconocía que el ser así la hacía sentirse más fuerte e intocable.
“Tienes que arreglar esto, Dannia, tienes que solucionar esto, ¿cómo? No lo sé, pero busca la manera de hacerlo” —pensaba al mismo tiempo en qu