Emporio
Emporio
Por: Jakelin Amaya
Prólogo

Atenas, Grecia

El caos se desataba en la villa de los Vasileiou, el mayor de ellos daba su último aliento y el duelo se extendía hasta el empleado con el cargo más bajo. Para Aetos eran gran golpe recibir la noticia, su segundo padre también había muerto. No supo cómo reaccionar, estaba tan acostumbrado a guardarse el dolor o cualquier otra emoción que no soltó ninguna lágrima, su rostro permaneció igual que siempre, sereno.

«Insensible» pensaban todos al verlo andar por los pasillos como si nada acabase de ocurrir, como si su madre no se encontrara llorando desconsolada en el lecho de su padre. Los comentarios de la gente no le importaban, lo que él sintiera no era algo que los demás deberían de saber, no se permitía mostrar ninguna debilidad ante nadie. Para muchos, Aetos era un hombre impenetrable, duro y soberbio.

Las puertas dobles de la habitación de su difunto abuelo se abrieron ante él, mostrando a toda su familia rodeando el cuerpo mientras lloraban. «Hipócritas» pensó, a nadie le importó su salud los meses anteriores, lo único que les importaba era la lectura de su testamento y la disputa por estar al frente del Emporio.

Dio paso a los de la funeraria para que comenzaran a preparar el cuerpo de su abuelo y ordenó a los presentes que salieran, dándole espacio a los hombres para que hicieran su trabajo.

—¡No! No me voy a apartar de su lado —su tía, Alida, armaba un escándalo para permanecer al lado de su padre. Sus hijos la tomaron de sus brazos llevándola hacia afuera mientras dejaban que sus lágrimas se hicieran visibles ante todos.

Aetos salió junto con los demás ignorándola las miradas molestas que le lanzaban, el mayordomo se acercó al él para avisarle que las invitaciones al funeral habían sido enviadas a las personas que su abuelo en vida pidió que estuviesen ahí.

—¿Cómo es que puedes estar tan tranquilo cuando tu abuelo acaba de morir? —se acercó su tía vuelta un mar de lágrimas en brazos de su hija —¿Es acaso que ya andas arreglando para que todo quede a tu nombre?

La miró de soslayo decidiendo ignorar cualquier cosa que saliera de la boca de Alida, sin darle explicaciones a nadie se retiró del lugar dejando a más de uno molesto por su actitud.

—El joven Aetos sólo se encarga que el funeral se lleve a cabo tal y como el señor Bastian lo deseaba, mi señora —dijo el mayordomo encargándose de dar las explicaciones que su joven amo no quiso dar.

La mujer soltó un bufido y le hizo un gesto a sus hijos para que la siguieran, se aseguró que nadie los mirase para limpiar sus lágrimas y recomponer su postura.

—Si quieres tomar el control del Emporio debes jugar tus cartas ya, Andreus —señaló a su hijo mayor —vigila a Aetos, no me fío de él y estoy segura que usará todos sus medios para cambiar el testamento a su favor.

—Nada me gustaría más que estar al frente de la familia, madre, pero no creo que el abuelo en todos estos años haya decido cambiar de opinión. Aetos lleva años dirigiendo el Emporio y hasta ahora no ha tenido ningún error.

—Eso es porque manipulaba a mi padre —aseguró la mujer —estoy segura que se adueñará de todo lo que nos pertenece sino lo vigilamos.

—Me mantendré cerca, como siempre, acechando desde la sombras a la espera de un error.

Andreus toda su vida había competido contra su primo, en busca de la aprobación de su abuelo y de demostrarle que era el mejor, pero nunca obtuvo ese reconocimiento, Bastian parecía no tener ojos que no fueran para su nieto mayor.

Volvieron con los demás a la espera que terminarán el trabajo con su difunto padre, se derrumbó a llorar cuando entraron con el ataúd, los lamentos eran lo único que se escuchaba en el lugar. Algunos lo hacían silenciosamente y otros simplemente lo aceptaban y acallaban el dolor.

Al pasar de las horas la gente comenzó a llegar dándole el sentido pésame a la familia, desde lo alto Aetos observaba todo el escenario, las familias más poderosas del país comenzaban a llegar, levantando murmullos entre la gente sobre quién sería el próximo líder de la familia Vasileiou, aunque para la mayoría era claro quién ocuparía el lugar del difunto Bastian.

—¿Qué haces aquí, hijo? —preguntó su madre posándose a su lado.

—¿Ya te cansaste de fingir el llanto? —respondió con otra pregunta cargada de ironía.

—No lo fingía —mintió —tu abuelo fue como un padre para mi.

—No mientas y menos a mi —dijo antes de apartarse y caminar escaleras abajo y mezclarse con la gente. Evitó todo contacto con los que se acercaban a dar sus pésame, el abogado se hizo presente lo que llamó la atención de todos los integrantes de la familia. La herencia era lo más importante para ellos, quienes estaban ansiosos por recibir lo que su abuelo dejó para ellos.

Por la tarde se desplazaron al cementerio familiar donde enterraron el féretro, casi todos dieron su discurso de lo que fue en vida Bastian Vasileiou, para muchos un gran hombre y para otros el peor de todos. Aetos sólo dio un discurso formal y después se retiró, ese tipo de eventos no eran sus favoritos. Se vio a sí mismo unas dos décadas atrás cuando su padre falleció, rehusándose a creer que la única persona que lo amó con sinceridad ya no estaba con él.

El abogado de su abuelo llegó momentos después en compañía del resto de la familia Vasileiou para proceder a leer el testamento.

—Yo, Bastian Vasileiou, en pleno uso de mis facultades mentales, heredo en un cincuenta por ciento del Emporio Vasileiou a mi nieto mayor Aetos Vasileiou, siendo este el mayor poseedor de acciones continuará siendo el presidente del Emporio, así como dueño del 30% de los bienes que me pertenecen, en la siguiente lista de constatan. Una isla privada en el caribe... —comenzó a leer todas las propiedades que quedaban a su nombre causando la indignación en los presentes.

—¡Tú manipulaste ese testamento, ¿no es así?! —exclamó su tía levantándose del sofá mirando iracunda a su sobrino que acaba de quedarse con la mayor parte de la herencia —Mi padre jamás haría algo así, esto es cosa tuya.

—¡Claro que es así! Mi abuelo no se encontraba bien de la mente hace unos meses, es obvio que él hizo esto —Andreus apoyó a su madre levantándose igual que ella.

Egan no pudo evitar sentir cierta envida de su hermano, era injusto que él recibiera más que los demás.

—Les pediré que se calmen o tendré que posponer la lectura de lo que falta —dijo el abogado haciéndose escuchar en todo el escándalo que se desataba, mientras tanto Aetos permanecía impasible.

Todos guardaron silencio y retomaron sus posiciones en espera de que continuaran la lectura.

—Cabe aclarar que el señor Bastian no ha cambiado desde hace diez años, el documento sólo es una formalidad porque los conocía muy bien y supuso que estarían inconformes. Dijo que tratarían de invalidar el testamento por eso se aseguró de que no fuera así, cada cosa quedó a nombre de cada uno, no hay forma en que esto cambie —añadió el abogado —continuo con la lectura.

»El resto del 50% será dividido entre el resto de mis nietos, así como también recibirán un 10% de los bienes que me pertenecen, en la siguiente lista se estipula lo que pertenece a cada uno... —leyó la lista a los presentes los cuales no se encontraban para nada conforme con lo que se les asignó —A mi hija Alida le dejo las siguientes cuentas bancarias que le permitirán costearse una vida de lujos hasta que muera, así como también le dejo un 20% de mis bienes, en la siguiente lista... —la mujer no quitaba su cara de disgusto —a mi nuera Aricia le dejo la siguiente cuenta bancaria y el 10% de los bienes que me pertenecen...

»En cuanto a la mansión mi deseo es que toda mi familia siga viviendo en ella como hasta el día de hoy se ha hecho.

El abogado se encargó de dar cada detalle y entregarles una carta a cada uno, después llamó a parte a Aetos para darle las últimas estipulaciones de su abuelo.

Entraron al despacho que desde hace mucho le pertenecía a él, Bastian se encargó de posicionar a su nieto en el lugar que le correspondía mucho antes de morir.

—Hay una cláusula, Aetos —comenzó a decir el abogado —para recibir por completo tus bienes debes casarte en un mes...

—¿Qué? ¿Casarme? —lo interrumpió sin poder creer lo que escuchaba, su abuelo presenció cada momento en que él repetía que jamás se casaría, que el compromiso no era lo suyo.

—Si, Bastian sabía que de tu parte nunca lo harías, sabe que das todo por la empresa por eso dejó esta cláusula —lo miró como si pidiese permiso para continuar, pero no era para menos, el nieto mayor de Bastian era poseedor de una mirada dura y vacía, capaz de intimidar a cualquier persona.

—¿Y cuál es? —bramó

—Sino te casas perderás el treinta por ciento de las acciones del Emporio los cuales serán repartidos a tus primos, seguirás teniendo más que ellos pero...

No se podía permitir eso, ninguno de sus primos, ni su hermano había trabajado tanto por el negocio.

—Bien, buscaré a alguien para casarme, ya sea por seis meses —se encogió de hombros levantándose de la silla giratoria y caminar al mini bar para servirse un trago de whisky.

—No funciona así, Aetos, la mujer con la que te cases no es cualquiera —él levantó una ceja confundido —Debe ser una de las hijas de Argus Athanasiou y permanecer al menos tres años casados.

—Que así sea entonces —contestó bebiendo de un solo trago el contenido ambarino. Por ningún motivo iba a perder su herencia, si su abuelo quería casarse eso haría.

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