Dos horas antes
Kim lloraba abrazando a su hijo, mientras conducían a gran velocidad. Lo único que a ella le aliviaba, era que no había más detonaciones de disparos que pudieran alterar a ella y su pequeño bebé que se quejaba en sus brazos.
Los autos, se movían rápidamente, camino a una parte específica de París, donde no hay cámaras de seguridad, allí, se detuvieron, haciendo que Kim temiera por su vida al pensar que los habían descubierto y encontrado.
De inmediato, abren las puertas del camión y es Alessandro quien agitado, mira a la mujer que abraza a su hijo intentando protegerlo del caos que había causado con su huida.
Alessandro, la llamó, pero ella ni siquiera se atrevía a abrir los ojos. Por lo que, él fue quien se subió al camión y la tomó en sus brazos mientras ella lloraba.
— No me hagas daño, por favor. Prometo portarme bien — suplica Kim una y otra vez.
— Kim, soy yo. Alessandro. Abre los ojos e intenta caminar, no tenemos mucho tiempo — dice Alessandro mientras camina