Una vez que Paola llegó al lugar donde podía tomar un taxi, subió a uno que la llevó hasta la casa de Mike. Cuando llegó, se bajó y caminó hasta la entrada del bungalow. Tocó el timbre y, en un santiamén, la puerta se abrió. Mike frunció el ceño, claramente sorprendido al verla.
—¡Dios mío! Paola, n