—Ni siquiera sé de quién estás hablando todavía, Paola —dijo Michael, frunciendo el ceño.
—Irvin. ¿Lo conoces? —preguntó Paola con cautela.
—¿Irvin? ¿Irvin? —Michael repitió, su expresión se iluminó de repente—. ¡Irvin es mi muy buen amigo! ¡Espera! ¿No me digas que... lo secuestraron?
—Sí, lo está.