Reyyan
Los siguientes días conviviendo con Alexandros han sido realmente memorables, ya que ha cambiado demasiado conmigo y todas las tardes llega temprano a casa, ya sea para ver una película juntos, salir por un helado o cumplir alguno de mis antojos y por qué no, muchas veces solo para colarse entre mis piernas.
Algunas veces lo observo, preguntándome en qué habría pasado si su tío y Marcello no hubiesen elegido por nosotros y ese día ninguno de los dos hubiese tomado, y aunque en un principio me arrepentía de lo que sucedió entre nosotros, lo cierto es que ahora ya no me imagino sin mi bebé y sin ese hombre que con cada día que pasa nos demuestra cuanto nos ama.
[…]
Me remuevo en la cama y como una costumbre de medianoche, mi estómago comienza a gruñir, obligándome a despertar y por ende, despertar al hombre que duerme a mi lado.
—¡Alexandros! —susurro cerca de su oído—. ¡Alexandros! —insisto cuando veo que no se mueve y que, por el contrario, duerme profundamente hasta con la boc