32. Sin Culpa

Serli caminó hacia su habitación luego de abrir la puerta con manos aún temblorosas. El aire de la noche era frío, pero no era el viento lo que le hacía temblar: era la imagen que seguía atormentando su mente. Cerró la puerta lentamente, como si temiera que el sonido despertara fantasmas del pasado. Sin embargo, no es necesario resucitar al fantasma. Vive en cada latido del corazón de Serli.

La mujer inmediatamente se acostó en el colchón aún limpio, sin quitarse los zapatos. Sus ojos miraban al techo de la habitación, buscando huecos entre las grietas de la pintura que pudieran ser una salida a esta realidad. Esperaba que todo lo que pasó fuera sólo un sueño, una ilusión que desaparecería una vez que despertara. Pero sus ojos se negaron a cerrarse. Como sentirse frenado por una culpa que nunca ha sido reconocida, o tal vez por una oscura satisfacción que sigue susurrando: lo lograste. Casi lo tienes todo.

Serli recordó lo ocurrido hace tres meses. En ese momento Sandra acababa de lle
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