1. Capítulo: "Infidelidad al Descubierto"

Max: No tiene por qué enterarse. Deja en el olvido lo que pasó y sigue con tu vida.

Lorena: ¿Crees que no se dará cuenta de que el bebé que espero no es suyo?

Max: Tampoco sospechará de mí, si no abres la boca, no lo sabrá.

Lorena: Silvain no es tonto, y si el bebé se parece a ti, y no a él. Estaré perdida.

No quiso seguir leyendo, el hombre se sentó en el sofá, estupefacto con los mensajes. Lorena olvidó su teléfono, no tenía contraseña, por eso pudo acceder sin problema.

Se encontró dolido, perplejo por semejante revelación. ¡Lorena se acostó con su mejor amigo! Y el hijo que esperaba no era suyo.

Se le nubló la vista, frío, incrédulo. En el arrebato de ira, tiró el móvil al suelo, detestando lo que sucedía.

Cuando menos lo esperó, la susodicha hizo acto de presencia.

Ella se veía tan "perfecta" y "pura", pero salpicada por lo que se atrevió a hacer.

—Al fin regresas, Lorena —se levantó del cómodo sofá, que no la llamara "cariño" o "amor", le dejó saber que algo no andaba bien.

—¿Tienes que hablarme de algo, cariño? —se presentó la esposa del CEO, en medio del enorme salón.

Traía algunas compras consigo, su pasatiempo favorito, en eso era buena, despilfarrando el dinero en cosas que al final dejaba en perchas sin usar.

Los ojos de su marido se posaron sobre ella, como un proyectil, disparaba enojo. Ahora que miraba su panza de casi cuatro meses, no lo habitaba la ilusión de ser padre, solo decepción.

—Tal vez tú debas hacerlo, Lorena —fue brusco.

—No sé de qué hablas.

—Maldición, deja de fingir que no lo sabes ¡¿por qué tuviste que acostarte con Max?! —reclamó duramente, acercándose a zancadas, hasta acorralarla contra la pared.

—Me estás lastimando. Y... ¿de dónde has sacado eso? —expulsó haciéndose la tonta.

Por dentro, no dejaba de temblar. Silvain lo sabía todo. Con solo ver su móvil en el suelo, supo que se encontraba atrapada.

—¡¿Por qué te empecinas en darle larga a la mentira?! —gritó golpeando la pared con el puño cerrado —. Encima te embarazas y me engañas. ¡Te atreves a mentirme en mi cara!

—Silvain...

Él se apartó, famélico.

—¡No intentes excusarte! —gritó enojado, la apuntó con el dedo, se sentó en la cama, atrapando su cabeza.

—¡Lo lamento! Siento mucho estar con alguien más, porque a tu lado ya no me siento amada. ¡¿Sabes cuántas veces he querido que me prestes atención?! No tienes idea, trabajas sin parar y apenas me tocas —despotricó.

Silvain negó, siguiendo una disputa que se extendió con dureza.

—Nos casamos hace dos años, pero hemos estado juntos desde casi diez, en todo ese tiempo te creí alguien sincera —apretó los dientes, asesinandola con la mirada

De no estar esperando un bebé, hasta le daría la posibilidad de darse un tiempo y evaluar las cosas más adelante. Sin embargo, no asumiría la responsabilidad del traidor de Max.

Con todo el dolor del mundo, daría por terminada su relación.

—Quiero el divorcio, que recojas tus cosas y te marches de aquí, tú has fallado actuando de forma indecorosa —apuntó.

Se lo esperaba.

Lorena no dijo más, ella cometió el error, se abstendría a las consecuencias. No pondría objeciones al proceso de separación, firmaría y se alejaría, tampoco quería que la prensa se metiera en sus asuntos.

La mujer se dispuso a empacar sus cosas, el CEO después de su retiro, bebía para ahogar el dolor que produjo la infidelidad.

Al rato, Silvain fue al departamento de Max, tan pronto le abrió la puerta, asestó un golpe duro en su cara, soltando improperios, descargando incansablemente la ira que llevaba por dentro.

—¡¿Por qué tuviste que hacerme esto?! —escupió duro, tomándolo de la camisa hasta ponerlo contra la pared, lo estaba asfixiando —. ¡No puedo creer que hayas tirado a la basura todos estos años, maldición!

—Silvain... nunca quise traicionarte, Lorena y yo estábamos pasados de copas —explicó a duras penas.

—¡No te excuses, no hay manera de que puedas justificar lo que hicieron! —siseó fuera de sí, volviendo al ataque.

Max no se defendió, entonces Silvain solo se detuvo al verlo tirado en el suelo escupiendo sangre, él apretaba aún los nudillos lastimados, a cada costado de su cuerpo. Su respiración irregular y la flama de odio en sus ojos, seguían sobre el hombre.

—Silvain, perdóname...

—¡Vete al infierno! —escupió saliendo de ahí, y de un portazo cerró la puerta.

...

Los días posteriores, empezaba la separación. Un abogado sirvió de intermediario, no queriendo encontrarse de cara a cara con Lorena.

Sus padres lo apoyaron, porque su hijo quedó destrozado, resuelto a no involucrarse más con una mujer.

Pero la prensa solo se aprovechó de sacarle beneficio a la situación, uno que otro medio tergiversó los hechos, salpicando de aquel cotilleo absurdo, al CEO.

Así que, el departamento de relaciones públicas, se estaba haciendo cargo.

Sacó los papeles de aquel amarillo sobre. La firma de Lorena estaba ahí, solo la suya faltaba, entonces dejarían de ser marido y mujer.

Era inevitable no sentir un poco de melancolía al ver atrás y darse cuenta de que a su lado muchos recuerdos que habían forjado, momentos que incluso quedaron grabados a fuego en su cabeza, ahora los echaría en el tacho del olvido.

Después de firmar, supo que un capítulo de su vida se cerró a la fuerza. Pero era lo más saludable.

...

Vagó por aquella habitación pintada de azul celeste y blanco angelical. La cuna en medio y cada detalle lo dejaban absorto en un futuro que ya no podía ser.

Se derrumbó, lleno de ira y tristeza a la vez.

Lorena le había roto el corazón.

Su madre, la señora Marie, lo encontró abrazado a sus piernas, como un pequeño que necesitaba consuelo.

—Silvain...

Al percatarse, se puso en pies y la rodeó con fuerza.

—Madre, ¿acaso fui tan desconsiderado? Pensé que estaba siendo un buen esposo...

—No, no tienes la culpa de nada en absoluto. Lorena es quien no te supo valorar, yo sé cuánto la amas. Sé fuerte, Silvain —lo animó, acariciando su espalda.

Marie odiaba lo que Lorena hizo, su proceder torcido que acabó con su matrimonio.

No lo supo valorar.

—Madre, no volveré a casarme, a partir de ahora me olvidaré de ser padre, porque no quiero un hijo, ya nada tiene sentido.

¡Cuánto hubiera dado por cambiar las cosas!

Pero no tenía idea que volvería a enamorarse, de que una chica peculiar, a la espera de un bebé, se robaría su corazón y le devolvería la ilusión a la que siempre el CEO se aferró.

...

Después de ser despedida de su trabajo, por faltar varios días, Rachel, seguía las instrucciones de la cajita, escéptica y casi paranoica por pensar en un posible embarazo.

Definitivamente no era su día.

—No, es absurdo —batió la cabeza, mirándose al espejo del baño.

¡No había estado con un hombre en su vida!

Aún así, se encontró sospechando de posiblemente estarlo. Vomitos, mareos y antojos.

Se lo contó a James y él solo concluyó que tenía un virus, que debía hacerse unos exámenes.

Entonces el virus se descartó, contrario a eso consiguió las felicitaciones de la doctora, diciendo esas tres palabras, que juntas colisionaron su mundo. "Felicidades, estás embarazada".

¿Su reacción? Negada rotundamente a creerlo, se carcajeó frente a la especialista, quien no encontraba razón para burlarse. Rachel incluso señaló que esos resultados no le pertenecían.

Y se fue a casa.

Los síntomas persistieron, y la pregunta seguía repercutiendo en sus pensamientos entreverados.

¿Cómo era posible que estuviera a la espera de un bebé?

Eso no tenía explicación.

—Rachel, estoy aquí. ¿Todo en orden? —le habló James, que tenía las llaves de la pieza donde estaba alojada.

La aludida se cubrió los labios y sollozó. El positivo se repetía una y otra vez.

Era una horrible pesadilla.

—¡Oh por Dios! —gritó sollozando.

El chico detrás de la puerta se alarmó.

—Sal o abriré, me estás asustando —le dejó saber.

Rachel se levantó a duras penas y salió, casi tirándose sobre él, asustada y llorando a moco suelto.

—James, dime que no es cierto, que no tendré un bebé...

—¿De qué estás hablando? —hizo que la mirara a los ojos.

—Un bebé, estoy embarazada —aclaró.

James pensó que solo bromeaba, pero su llanto era real, no mentía en absoluto.

—¿Cómo sería eso posible? —se separó de ella.

Rachel se ubicó en la cama, sin saberlo.

James estaba frío con la noticia.

—Ni yo sé explicarlo.

El muchacho no le creía, era impensable que no lo supiera. Solo no era capaz de decirle que estuvo con alguien mientras se conocían. La conjetura se metió en su mente, se aferró a eso, no tenía otra explicación.

—¿Ah no? —se plantó frente a ella, cruzado de brazos —. Rachel, no tienes que hacerte la tonta, estuviste con alguien.

—¿Qué? Yo no hice tal cosa —aseguró con la mirada desorbitada.

James no le creía, quiso reírse por su descaro. Impúdica y cínica.

—Lo siento mucho, pero no me haré responsable de un problema que no es mío. Olvida estos meses, no pienso pedirte que seas mi novia, no puedo creer que hayas resultado ser como las demás. Tontamente te creí diferente —declaró mordaz, con esa dureza que perforó el corazón de la chica, dejándola entre los escombros de dicho ciclón.

—¡James regresa! —le imploró hasta que su garganta dolió, no consiguió su retorno.

Cayó sobre el suelo, cubriéndose la cara, no podía dejar de llorar.

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