—No hablen de eso delante del niño.
Mariana apretó los labios y, con firmeza, retiró su mano. Walter sintió cómo una profunda tristeza invadía su mirada.
En ese momento, la puerta de la sala de emergencias se abrió. El niño saltó de inmediato, sin olvidar agarrar el brazo de Mariana, quien se levantó y se colocó frente al médico.
—El paciente no tiene nada grave, solo ha perdido mucha sangre y está inconsciente. Pronto será trasladado a una habitación, y los familiares pueden ir a realizar el ingreso.
Mariana asintió. —Entendido, gracias.
No estaba muy preocupada, ya que había revisado la herida y sabía que no era nada serio.
El niño miró a Mariana con curiosidad y preguntó: —¿Mi papá está bien?
Mariana se agachó y lo abrazó con cariño. —Está bien. Pronto podrás ver a tu papá. ¿Cómo te llamas?
—Me llamo Felipe —dijo, inclinando la cabeza y abrazando el cuello de Mariana, acurrucándose en su pecho, adorable.
Mariana levantó una ceja, repitiendo su nombre: Felipe.
—Qué niño tan bueno —So