El niño estaba cubierto de sangre. Mariana no podía soportar ver una escena así.
Se agachó rápidamente y le preguntó: —¿Qué le pasó a tu papá?
—Cuando se abrieron las puertas del ascensor, un señor entró, y yo no sé... —El niño sacudió la cabeza, aunque parecía muy asustado, su forma de expresarse era bastante clara.
Mariana no hizo más preguntas, solo asintió y dijo: —No te preocupes, tu papá está bien.
¿Es posible que alguien pueda perder tanta sangre en un lugar como este, un hospital? Mariana no podía evitar sentirse incrédula.
Walter presionó el botón del ascensor para el primer piso, mientras Mariana le quitaba la ropa al hombre y la enrollaba para presionar sobre la herida.
Cuando el ascensor llegó al primer piso, Walter fue a llamar a un médico de urgencias.
El hombre fue llevado a la sala de emergencias, pero el niño se quedó en el mismo lugar, mirando a Mariana con sus grandes ojos llenos de lágrimas, luciendo muy triste.
Mariana le acarició el cabello y le dijo con ternura: