—¡Cuidado, está caliente! —Mariana se apresuró a agarrar los cubiertos de Walter.
Walter efectivamente se quemó. Había caldo dentro. Se lo metió a la boca.
Mariana se rio de su incomodidad. Ah, claro, el gran CEO, ni siquiera sabe comer un bao de caldo. Por suerte no estaba recién salido del vapor, si no, se habría quemado la boca.
—¿Está bueno? —le preguntó Mariana, con una mirada llena de expectativa, como si esperara su aprobación sobre la comida.
Walter la miró a los ojos, frunciendo ligeramente el ceño. El sabor era mediocre, pero no le gustaba comerlo. Sin embargo, al ver la emoción en los ojos de Mariana, no se atrevió a desilusionarla.
—Está bueno —asintió.
Mariana hizo una mueca. —Mira tu expresión, no te gusta, y aún así mientes.
Ella tomó el bao para comer, pero no usó sus cubiertos, sino que tomó unos nuevos. Ella lo conocía bien; Walter siempre fruncía el ceño cuando comía algo que no le gustaba. Además, era muy exigente con la comida, no comía cualquier cosa.
—No —Walter