Mariana miró a su abuela con una expresión pensativa, quería rechazar, pero no sabía cómo empezar.
Los demás a su alrededor asintieron con la cabeza y dijeron: —El Ganoderma realmente nos ha ayudado mucho, señorita Chávez, ¡usted debe agradecerle!
—Sí, gracias a ese Ganoderma nuestro proyecto de investigación ha avanzado, ¡definitivamente hay que darle las gracias!
—¿Lo has oído? Este es el deseo de todos —bromeó Lorena con Mariana.
Mariana asintió y sonrió.
Ella lo había escuchado.
Cuando salieron del laboratorio, todos no olvidaron dar las gracias a Mariana.
De camino a casa, Mariana llamó a Yahir y le dijo con desgana: —Ayúdame a concertar una cita con ese amiguito Javier.
Javier es joven, así que Mariana lo llamó amiguito.
Yahir bromeó intencionadamente: —¿Qué pasa? ¿Acaso te has encaprichado con el chico?
Mariana chasqueó la lengua: —Yahir, ¿qué tonterías dices? El niño es tan pequeño, y yo soy mayor, ¿cómo puedes pensar eso?
Yahir se rio sin decir nada más.
Después de colgar el t