Mariana, llena de curiosidad, siguió los pasos de ellos, y sin querer escuchó a uno de los guardias de la prisión decirle al médico con tono serio: —Este prisionero es el responsable de un gran caso, así que pase lo que pase, deben salvarlo.
Dicho eso, él se alejó hacia un rincón para hacer una llamada, susurrando: —Sí, es el número 2823, el principal acusado en el caso de secuestro de Walter.
Al oír eso, Mariana sintió un fuerte vuelco en su corazón. Miró discretamente al guardia y luego se acercó con cuidado a la sala de emergencias.
Allí vio a un hombre con el rostro tan pálido como un papel, con espuma en la boca y los ojos en blanco.
¿Él... había sido envenenado?
¿Cómo podría haber pasado algo así en una prisión tan cerrada?
Con la mente hecha un lío, Mariana se giró y se escondió en un rincón, perturbada. ¿Será que Walter tuvo algo que ver con eso?
De repente, le vino a la mente la aterradora escena en la que el secuestrador la ató a una piedra y la pateó al mar.
Incluso ahora no