—¡Ah!
—¡Dios mío! —La vendedora que había salido con Mariana se quedó completamente atónita.
—¡Bea! —gritó con todas sus fuerzas.
Conocía a esa chica, era la vendedora del local vecino, ¡Beatriz!
—¡El fuego es demasiado intenso, no podemos pasar! —dijo Mariana, con el rostro serio, agarrando con fuerza a ella que intentaba acercarse.
El fuego de esa tienda se acercaba rápidamente a ellas. Mariana tiró de Bea hacia la salida de emergencia.
—¿Dónde está? —preguntó Mariana, ya que no conocía bien el lugar.
Bea temblaba, las lágrimas le caían y casi se caía después de dar dos pasos. Mariana la sostuvo por el hombro, notando que estaba aterrorizada.
—Yo... yo sé... —respondió, balbuceando.
Mariana frunció el ceño; su teléfono sonaba en el bolsillo, y el centro comercial se había convertido en un caos. El humo denso le irritaba la nariz, así que se cubrió la boca y la nariz con la ropa.
Finalmente encontraron la salida de emergencia, pero se dieron cuenta de que estaba cerrada con llave. ¡No