Su voz era grave y contenía una orden irresistible.
Mariana sostenía su hombro con una mano mientras Walter le ayudaba a ponerse los zapatos.
Sus movimientos eran suaves, como si temiera lastimarlo. Su brazo comenzaba a sangrar, pero él no sentía el dolor.
Después de ponerse los zapatos, Walter se levantó.
—Señor Guzmán, ¿el brazo... ir al hospital? —Simón lo recordó en voz baja desde atrás.
—¿Ir a qué hospital? Es una herida pequeña, me la trato yo mismo cuando regrese a casa —Walter echó un vistazo y no tomó en serio la lesión.
Mariana señaló su brazo y dijo: —Yo te ayudaré a tratarla.
Walter miró a Mariana, sorprendido.
—Simón, ve a comprar yodo y gasas —le dijo Mariana a Simón.
Simón asintió y salió de inmediato. Quedaron solos, Mariana y Walter.
Walter sabía que Mariana estaba preocupada por él, y sinceramente sentía que la herida no había sido en vano.
Walter y Mariana se apoyaron mutuamente y salieron.
Mariana sentía un poco de dolor en los pies. No lo notó cuando corrió abajo,