Mariana miró la hora. Se había despertado mucho más rápido de lo que esperaba; parecía que solo había sido una herida superficial, sin más problemas.
—Pero ahora no tengo tiempo, ¿está tu papá contigo? Cuando tenga un rato, iré a verlo, ¿te parece?
Felipe guardó silencio por un momento y luego dijo: —Papá dice que sí. Está muy débil y el médico no lo dejará salir del hospital.
—Está bien, entonces cuando tenga tiempo iré con el tío. Cuida bien de tu papá y si necesitas algo, no dudes en llamarme, ¿vale? —Mariana habló con dulzura, como si estuviera consolando a un niño.
Eso hizo que Walter sintiera una mezcla de tristeza y celos. ¡Con él no hablaba con esa misma suavidad!
Mariana siguió hablando con Felipe un rato más antes de colgar. Guardó el número en su teléfono.
—¿Era ese niño? —preguntó Walter.
—Sí. Su papá despertó y quiere vernos. Supongo que quiere conocer a sus salvadores —Mariana se dio un bostezo y volvió a lucir su habitual frialdad.
—¿Tienes que ser tan fría cuando hablas