Con Walter aquí, Mariana ya no sentía la necesidad de reírse en las partes graciosas de la película.
El té también había perdido su sabor, y una irritación inexplicable la invadía.
Miró hacia atrás y encontró a Walter mirándola fijamente.
No estaba allí para disfrutar de la película, sino para vigilarla.
Ese hombre era realmente extraño.
Cuántas veces había querido ver una película con él, y siempre había encontrado excusas de estar ocupado o no gustarle.
Ahora que ella no estaba con él, se había presentado por su cuenta.
Mariana intentó ignorar a Walter.
Pero su mirada era demasiado penetrante, y solo la hacía sentir incómoda.
Finalmente, decidió levantarse y salir.
—Oye, Mariana, ¿qué pasa? —Vicente se levantó rápidamente para seguirla.
Al ver que ambos salían, Walter no tuvo más remedio que seguirlos.
En la entrada del ascensor, Mariana se situó a un lado, mientras Vicente ocupaba el otro.
Estaba realmente harta.
—No puedo creer que ustedes dos… siempre parezcan mis guardaespaldas.