—¿Acaso no está claro que Walter me ama? ¡Nadie más tiene derecho a entrometerse en nuestra relación!
Mientras decía esto, Jimena se acercó a Vicente. Lo cubrió con una manta, lanzándole una mirada amenazante. —Vicente, ocúpate de tus propios asuntos y no te metas en los míos.
—Si insistes en meterte, ¡ya veremos qué pasa! —Jimena retiró la mano y le lanzó a Vicente una mirada significativa antes de salir a grandes pasos.
Vicente observó la espalda de Jimena mientras apretaba los puños con fuerza.
¿Cómo se atrevía esa mujer despreciable a amenazarlo?
¿Quién se creía que era?
Vicente esbozó una sonrisa fría, con una mirada llena de amenaza. Ya verían qué pasaba.
Jimena salió de la habitación del enfermo y miró por el vacío pasillo, ocultando sus manos temblorosas.
Vicente lo sabía...
¿Qué debía hacer ahora?
Vicente no parecía ser alguien a quien pudiera amenazar.
¿Acaso este secreto ya no podría seguir oculto?
Jimena tuvo que admitir que estaba asustada.
No había podido deshacerse de Ma