CAPÍTULO 40

COLINA

—D está en su guarida. Ve a ver qué está haciendo, ¿quieres? —me pide Matteo.

—¿Por qué yo? Estoy cómoda —me quejo, acurrucándome en su pecho mientras descansamos en el sofá y Salvatore cocina.

—Porque si voy yo, no me hará caso, pero si vas tú, sí lo hará. —Sonríe con picardía y luego me empuja lejos. Me caigo del sofá con un manotazo, resoplo, me doy la vuelta sobre mis talones y salgo furiosa. Abro de golpe la puerta principal y me dirijo al ascensor. Todo el sistema de escáneres y seguridad del edificio ya me reconoce, así que puedo entrar y salir a donde quiera. Bajo al sótano, donde Dimitri juega, y cuando la puerta se abre, ya escucho los gritos desde allí.

Camino por el pasillo y me apoyo en la puerta mientras él atormenta al hombre encadenado.

—¿Quién es? —pregunto por encima de los gritos.

Dimitri se gira con una sonrisa enorme en el rostro, su pecho sudoroso y desnudo, cubierto de sangre.

—Una amenaza. Pajarito, ¡ven a jugar!

Sonrío, pero me quedo en mi sitio.

—No, e
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