Al final, Lilith le contó a Sebastián todo lo que sabía, pero no consiguió sacarle nada a ese hombre, y acabó encerrada en el pequeño dormitorio, para evitar a Scarlett.
No había notado la puerta en la pared detrás de su escritorio cuando entró por primera vez en su oficina. La puerta era pequeña y la habitación aún más, apenas lo suficiente para tener una cama individual, una mesa y un espejo de pie. Nada más. El dueño de la habitación no había puesto ningún empeño en la comodidad cuando decidió cual sería la función del cuarto.
La cama estaba sin hacer, ya que alguien la había usado recientemente. La mesa estaba, milagrosamente, más desordenada. Sobre ella se apilaban papeles, carpetas y notas. Quien los dejó allí, los dejó en un orden que quizás él reconocería, pero nadie más podría.
Lilith no se atrevió a tocar nada. Después de dar dos vueltas, terminó parada en el pequeño espacio entre la cama y la puerta, incómodamente.
—¿Dónde está tu invitada de honor? —Scarlett comenzó a dispa