Sebastián tenía miedo.
Nunca en su vida había sentido tanto temor. ¿Y cómo no sentirlo? Estaba frente a su juicio final. Durante los últimos cinco años había sobrevivido mintiéndose a sí mismo, creyendo que Scarlett lo odiaba porque Alice había muerto, cuando en realidad él había logrado salvar a Alice. Esa era su única esperanza, que algún día, cuando pudiera contarle la verdad a Scarlett, todo sería perdonado y olvidado.
Pero precisamente por eso, no se atrevía a tocar el tema, porque en el fondo, sabía que la respuesta probablemente sería negativa.
Simplemente no sabía cómo sobreviviría a esa respuesta. Si sus acciones nunca obtendrían el perdón de la única persona sin la que no podía vivir, entonces ¿qué?
Le costó toda su fuerza de voluntad levantar la mirada para encontrarse con los ojos de Scarlett. Tenía la garganta tan seca que comenzaba a dolerle, apretó el puño y lo escondió en su bolsillo, con todo su cuerpo tan rígido como una roca.
Había una tormenta en los ojos de Scarlet