¡¿Qué?!
Todo sucedió demasiado rápido y Scarlett ni siquiera está reaccionando. Su cuerpo se mueve antes de que su mente lo asimile. Sus piernas apenas pueden seguir el ritmo de él. Lo único que sabe es que Sebastián le sujeta la mano con firmeza, su palma cálida y segura.
—¡Cuidado! —Sebastián patea la puerta trasera del almacén, bloqueando el rebote mientras le grita a Scarlett—. ¡Por aquí!
Giran a la izquierda justo después de salir corriendo por la puerta, aunque esta da a un patio enorme.
¿Por qué? ¿Tendrán armas? A Scarlett le resulta gracioso que su cerebro esté lleno de tonterías inútiles, pero no pueda procesar lo que está pasando ni qué hacer a continuación cuando lo intenta.
—¿Crees que podrías trepar el muro si te subo a mis hombros? ¡¿Scarlett?!
Solo cuando el grito de Sebastián devuelve su mente dispersa a la realidad, se da cuenta de que ya la ha llevado hasta el muro del patio. No puede. El muro tiene más de cuatro metros. Ni siquiera un ninja podría escalar un muro de