Cap 91. Mi nombre era Clarisa
La biblioteca del palacio está en silencio. Entre las sombras que dibujan los estantes, Amaris se mueve con disimulo.
No ha llegado ahí por casualidad, pero se esfuerza por parecerlo. Sus dedos acarician los lomos de los libros, leyendo los títulos en voz baja, como si realmente estuviera interesada en las crónicas de la corte o los tratados de botánica del siglo anterior. Pero sus ojos, atentos, están puestos en la puerta. Espera. O más bien, presiente. Algo en su pecho le dice que es el momento.
Y entonces sucede.
Eleonora entra sin prisa, con un par de papeles en la mano y el cabello recogido en un moño suelto. No la ha visto aún. Camina hacia uno de los escritorios del fondo y se sienta, pasando los dedos por el pergamino como si lo acariciara con ternura. Amaris respira hondo. Su corazón late con fuerza.
Da un par de pasos más, simulando curiosear un libro de poesía, y al fin habla.
—Madre —dice con voz serena.
Eleonora alza la mirada, sorprendida, pero sonríe al verla.
—Amaris,