Cuando mi padre y yo salíamos del salón de la familia Carlo, nos encontramos con Giovanni y sus hermanos.
Los demás se dispersaron al instante, dejando solo a Giovanni. Los escuché burlarse mientras se iban.
—¿Stella vino a buscar a Giovanni otra vez? Para perseguirlo es capaz de todo. Qué vergüenza para la heredera de los Vinci.
Giovanni me lanzó una mirada hostil.
—Nuestros padres están en una reunión de negocios, ¿tú qué haces aquí? ¿Vienes a rogarle a mi papá que me convenza de aceptarte? Ahórratelo. Llevas años acosándome, haciendo hasta lo imposible por obligarme a casarme contigo y solo consigues ponerme en ridículo. Todavía tengo que decidir si estoy dispuesto a aceptar a una mujer tan ingenua. Y no, no importa a quién uses, no me vas a convencer.
Su desprecio era el mismo que en mi vida pasada. Suspiré, sintiéndome ridícula por haberme obsesionado con él.
—¿Y eso a ti qué te importa? El señor Michael me pidió que viniera. Mañana cumplo veinte años, y después de su reunión, él y mi papá van a planear mi fiesta.
Mis palabras provocaron un silencio incómodo.
Aunque ellos me menospreciaran, los mayores de la familia Carlo, en especial el señor Michael, el líder del clan, siempre me habían tenido un cariño especial.
Hacía tiempo que él había prometido que, al cumplir veinte años, yo podría elegir a uno de sus hijos como esposo, y que ese hombre se convertiría en el heredero de la familia Carlo. Los hermanos de Giovanni se acercaron de inmediato con una alegría fingida.
—Felicidades, Giovanni. Cuando heredes el negocio familiar, no te olvides de tus hermanos.
—Eres el más capaz de todos, te lo mereces. Lástima que el precio sea casarte con esta…
Él me dedicó una mirada burlona.
—Pero la que debe estar fascinada eres tú, ¿o no? Tantos años detrás de mí y por fin te saliste con la tuya.
Dio un paso hacia mí y me levantó el mentón con arrogancia.
—Pero que te quede claro: después de casarnos, cada quien hace su vida. No te metas en mis asuntos. Solo con esa condición acepto.
Me sorprendió. Esa no había sido su reacción en mi vida anterior. En ese momento apareció Eleanor, mi hermana adoptiva. Se acercó a Giovanni, tosiendo con fragilidad.
—¿Qué haces aquí? Pensé que estabas enferma.
Giovanni la sujetó, preocupado, y ella se derrumbó en sus brazos.
—Papá me pidió que viniera a hacerte compañía —me dijo con voz lastimera—. Le preocupaba que te sintieras sola.
Él la estrechó con ternura y me lanzó una mirada furiosa.
—¿No puedes ser menos egoísta? Sabías que estaba enferma y la obligaste a venir.
La tomó en brazos delante de mí y se preparó para marcharse, pero se detuvo para darme una última advertencia.
—Si sigues siendo así de caprichosa y prepotente, Stella, te aseguro que no me casaré contigo.
La rabia que había guardado por dos vidas enteras explotó. Mi tono fue mordaz.
—¿Prepotente y caprichosa? Por favor. Te traje a mi hermana para darte la oportunidad de que te la lleves a la cama. ¿No es eso ser considerada? Te estoy facilitando las cosas.