Punto de vista de Lino
Estaba allí otra vez. Encadenada a las paredes.
Látigos.
Me dolía la espalda con los látigos en la piel.
"¿Por qué siempre me traes aquí?", pregunté con la voz entrecortada. La figura en las sombras se acercó, con el látigo arrastrándose tras ella.
"Sabes por qué", respondió con voz fría e insensible.
"No, no lo sé", insistí, intentando distinguir el rostro de la figura en la penumbra. "¿Qué quieres de mí?"
El látigo volvió a restallar, provocando una nueva oleada de dolor. "Quiero lo que me debes", dijo la figura simplemente.
"No te debo nada", protesté, forcejeando contra las cadenas. "Ni siquiera sé quién eres".
La figura rió, un sonido áspero y chirriante. "Sabes exactamente quién soy. Y sabes exactamente lo que me debes".
La habitación parecía cerrarse sobre mí, las paredes apretándome más. "Esto no es real", murmuré para mí. "Esto no puede ser real".
"Real o no, el dolor es el mismo", dijo la figura, alzando de nuevo el látigo. "¿Quieres suplicar clemencia