Lino contempló la figura inconsciente, con el pecho agitado como si no pudiera creer lo que veía. La cruda conmoción en su rostro me inquietó más que nada. Quienquiera que estuviera bajo esa máscara tenía que ser alguien importante, alguien cercano.
—¿Quién es? —logré preguntar finalmente, con la voz temblorosa a pesar de mi esfuerzo por mantenerla firme.
Lino no respondió de inmediato. Se quedó allí, con los puños apretados y todo el cuerpo tenso. Lentamente, me miró, y la intensidad en sus ojos me cortó la respiración.
—Es alguien a quien nunca pensé volver a ver —dijo con voz baja y ronca. Se arrodilló junto a la figura, acariciándole el rostro como si intentara borrar la realidad que tenía ante sí. Sus manos, generalmente tan seguras y firmes, ahora temblaban de incredulidad.
Mi miedo se transformó en algo más complejo. El peligro no había pasado, pero había algo profundamente personal en la reacción de Lino, algo que me decía que aquello era más que un simple intruso. Un fragment