El valle respiraba lentamente, como si la tierra misma hubiera contenido la respiración durante siglos y ahora pudiera relajarse. La fortaleza Vorlak, aunque dañada por la batalla final, comenzaba a reconstruirse bajo las manos de los portadores. Cada piedra colocada y cada muro reforzado no solo servía de protección, sino que era un recordatorio de los sacrificios y aprendizajes recientes.
Ciel caminaba por los pasillos, con la marca del eclipse aún brillando levemente en su brazo. A su alrededor, los portadores más jóvenes practicaban movimientos de defensa y ataque, esta vez con la calma y la seguridad que solo vienen después de una victoria dura y bien ganada.
—Nunca pensé que llegaríamos tan lejos —dijo Jordan, apoyándose en una pared mientras observaba a los portadores—. Pero mira todo esto… estamos más fuertes que nunca.
—Y lo que más importa —intervino Ian— es que ahora entienden lo que significa ser parte del linaje Vorlak. No es solo poder; es estrategia, historia y unidad.