Pasaron meses desde la reconstrucción del linaje Vorlak. La fortaleza estaba llena de vida, los pasillos resonaban con risas, pasos y entrenamientos. Los nuevos portadores del eclipse habían aprendido a trabajar en equipo, a controlar sus poderes y a respetar la herencia que habían recibido. La paz parecía sólida, pero Ciel sabía que la tranquilidad siempre era temporal.
Una tarde, mientras recorría los jardines de la fortaleza, sintió una perturbación en la energía del linaje. No era como la presencia de Azrael; era más fría, más calculada, y provenía de más lejos, más allá de las montañas que rodeaban el valle.
—Algo está observando —murmuró Ciel, colocando una mano sobre la marca—. No es él… pero tampoco es humano.
Ian apareció a su lado, frunciendo el ceño mientras sentía la misma energía.
—No me gusta —dijo—. Es como si alguien estuviera esperando el momento exacto para atacar. No podemos subestimar esto.
Jordan se unió a ellos, su sonrisa habitual reemplazada por una expresión s